martes, 5 de abril de 2011

DÍA SESENTA Y OCHO.

                                Hoy, de repente, sentí la necesidad de sentarme de nuevo ante estas páginas. Las dejé de lado hace tiempo y las vuelvo a retomar. Una tristeza increíble, me puede. La amiga con la que envíe a mi hijo confiando en su buen hacer, me ha fallado, quizá yo también a ella, nos ha faltado comunicación por ambas partes. Pero el dolor de su mail y la forma de hablarme, ha sido tan duro y cruel, que no creo que me lo merezca. No soy perfecta y nunca he aspirado a serlo, como madre he cometido fallos, pero no son irreparables. Mis hijos, los dos, son buenos chicos, pienso que son felices y tienen buena relación con su entorno y con su familia. Es importante. 
                        Quiero pensar que las palabras que me dijo, lo hizo bajo una presión excesiva, trabajo, casa, sacar adelante a su hijo y al mío... Fdo. es un chico difícil, educarlo y  ver que lo que haces no da frutos, duele y es complicado de sobrellevar. Para ella ha sido una especie de desafío, algo así como lo voy a lograr por encima de todo. Pero al sentir que no  le responde, a alguien hay que culpar y en este caso ha sido a mí.
                          No, me niego a participar en este juego macabro y patológico. Se sale fuera de lo normal ese tipo de reacción tan culpabilizadora. 
                              En toda esta historia, hay mucha frustración, rencor y resentimiento. Llevar el peso de la perfección, es muy duro.

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