Hay días en que me levanto sin dolores ni molestias. Entonces siento una dulce gratitud y una euforia indescriptible. Me inunda por dentro y me resulta cálida y amigable.
Mi capacidad física es innegable y con ella mi capacidad intelectual. Disfruto de esos momentos en que poder caminar no me causa dificultad y poder utilizar el bolígrafo no supone ningún inconveniente. Eso es, simplemente, felicidad. Aprovecho esas oportunidades para hacer cosas que en otras circunstancias no he podido y que me estimulan grandemente. No recuerdo los días anteriores y solo pienso en el de hoy.
Entonces veo el mundo con frenesí y entusiasmo y esos instantes los vivo con intensidad y sin moderación.
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