martes, 2 de noviembre de 2010

DÍA CUARENTA Y UNO

              Acaba de llegar la compra del super. hoy comeré piñas guisadas, me encantan, les pongo mantequilla y sal, mastico los millos despacito, tardo tiempo en ello, esa rutina me fascina. También compré mucha fruta, me quedé sin ella estos días, ahora me resarciré. Hoy no vino la señora que limpia, lo hará el jueves, pues utilizaremos el día de mi hermana. Hablé con una amiga que no se encuentra del todo bien y quedé mañana para comer con ella, se me apetece mucho verla, hace mucho que no contacto con ninguna amiga, ni ellas conmigo, como soy tan arisca para salir a la calle, pasan de mí. Hoy me preocuparé y llamaré a alguna amiga que echo de menos.
                        Estos días atrás, estuve viendo por televisión, el fallecimiento de una persona conocida en el mundo del teatro, murió de cáncer, hacían un repaso de su vida como mujer y como enferma.
                  Estuve recordando los años en que trabajé en Hospital de Día de Oncohematología. Los pacientes oncológicos, no es que sean especiales, es que todos nos volvemos especiales en esas circunstancias. 
                        Hay enfermos que sabiendo que van a morir, pasan al otro lado si dejar huella a los que nos quedamos, pero los que sí dejan huella, son aquellos, que hacen que los que quedan, sufran lo menos posible con la ausencia; en vida, lo mas probable es que fueran seres humanos íntegros y generosos.  Personas que en el momento de partir, no piensan en ellos, sino en el bienestar de los que  quedan. En estos casos, los vivos, recuerdan a los que se fueron, con una  paz difícil de entender para quien no se ha visto en esa circunstancia. El poder despedirse del ser querido, el decir lo que no se dijo tiempo atrás, todo eso es lo que hace que los pacientes oncológicos, que en ocasiones, disponen de tiempo para pensar en el futuro hacen que nos parezcan tan especiales, ellos son simplemente, el símbolo de la generosidad.

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